jueves, 21 de abril de 2011

Codigo Momoy

1.- El trabajo y el estudio son virtudes que todos debemos practicar con alegría bajo la protección de la naturaleza.

2.- La ociosidad es madre de la cultura si se practica después del estudio y el deber cumplido en el trabajo.
3.- La mujer y el hombre, afortunadamente diferentes, tienen los mismos derechos y deberes dentro de la sociedad.
4.- El cultivo de la tierra debe hacerse sin maltratar al hombre que trabaja, y así serán mejores las cosechas.
5.- Donde todos trabajan, el robo del trabajo ajeno es imposible.
6.- Cuidar el agua e impedir su agotamiento o acaparamiento es obligación de todo Momoy.
7.- El odio y la intriga entre semejantes es imposible cuando se estudia o trabaja en igualdad de condiciones. En la sociedad Momoy el ventajismo es la muerte.
8.- Todos deben respetarse mutuamente en su estilo de vivir, sin imponerlo a los demás.
9.- Todo Momoy es solidario con los cultivadores de la tierra, la ciencia y las artes.


Quienes cumplan con estas normas aún sin creer en los Momoyes, serán respetados y queridos por todos los Momoyes del mundo.

Reaparecen los Momoyes:

La última manifestación de Los Momoyes, en territorio andino, fue en La Picadora, un poco más arriba de Tuñame, jurisdicción del municipio Urdaneta del estado Trujillo.

Se supone que sucedió durante los últimos días del mes de marzo del año 2011. Esta extraordinaria versión que certifica su aparición, se extendió por todos los confines, causando asombró entre nuestros habitantes, más aún por la carga de creatividad o inventiva popular de quienes multiplicaron la versión.

En medio de largos días lluviosos, venteados y muy fríos, esta nota que aumentará las ya creadas expectativas respecto a la existencia y aparición de nuestros Momoyes Trujillanos.

Cuentan que en medio de la brisa paramera: "caminaban presurosos cinco momoyes, procedentes del Picacho, donde viven en las cristalinas aguas de la Laguna La Teta. Deambulaban en busca del miche sanjonero, el cual está muy escaso, quizás porque ya nadie lo elabora y para ellos, es imprescindible para soportar las jornadas parameras.

Dicen que un momoy se distrajo, mientras se detuvo para orinar y meterse una pella de chimó, sus compañeros se alejaron sin dejar rastro y el momoy se quedó solitario en medio de la neblina. Un poblador lo divisó y comenzó a seguirlo. El momoy acosado, se sintió débil y de repente se sintió atrapado.

Dicen que quién lo agarró, lo introdujo en una jaula, conducida de inmediato hacia una vivienda, donde algunos comenzaron a detallarlo. Era un hombre de unos cuarenta centímetros de alto, con barba blanca y larga, con un sombrero grande, uñas largas y puntiagudas, pantalón oscuro y dientes ennegrecidos. Sus arrugas impedían detallar si sonreía o estaba asustado. Calzaba unas pequeñas botas y un cinturón que brillaban como el oro. Cuentan que no pronunciaba palabras, sólo producía ruidos extraños.

Desde el momento de su captura, la lluvia se hizo presente. Todos los confines fueron marcados por las aguas parameras. El ambiente se oscureció, mientras truenos y rayos determinaban el curso de las horas. En el interior de la vivienda, una mujer, dos niños y un hombre, miraban estupefactos su galardón enjaulado.

Preguntaban infinidad de cosas pero nadie respondía, mientras la niña asustada se refugiaba entre la figura de su madre.

La noticia del momoy atrapado en La Picadora, recorrió todo el caserio y de inmediato muchos vecinos acudieron a comprobar su existencia. Al transcurrir de los días, cuentan que pagaban dinero para verlo, mientras otros comentaban que ya no estaba. Al parecer se hacía visible e invisible. Pasadas las horas, sólo la dama pudo calmarlo de sus extraños sonidos. Dicen que ésta le ofreció alimentos y el momoy accedió, comiéndose cinco kilogramos de queso con arepas de trigo.

El momoy rompiendo todas las reglas existentes, confesó que su edad era de 600 años y que si no lo liberaban rápido, todos sus familiares de la estirpe milenaria de Los Momoyes, vendrían a buscarlo, y que juntando todas las fuerzas de las aguas, esos territorios que integran Las Mesitas, Niquitao, Tuñame, La Quebrada y Boconó, desaparecerían ante la arremetida de las aguas enfurecidas. Por eso tanta y tanta lluvia en todos los confines.

Finalmente, muchos curiosos llegaron a La Picadora, comprobando que el momoy había sido trasladado a Las Mesitas de Niquitao para entregárselo al sacerdote, quien lo condujo hasta una cueva y allí procedió a liberarlo. Sin embargo, quince días después, continúan las lluvias, arrasando con todo, desbordándose las aguas de los ríos y quebradas y sembrando el terror a lo largo y ancho del territorio. Muchos comentan que es la furia de Los Momoyes, quienes siguen presentes entre frases y oraciones".

Esta es una de las versiones que se suman a la diversidad de situaciones que nuestra gente agregó para asombro de muchos.

También han circulado algunas fotografías muy curiosas, según extraídas de las páginas web, se publicaron algunas notas de prensa y se divulgaron informaciones a través de la radio.

Se tiene una clara y reciente manifestación de los momoyes, los cuales son criaturas diminutas, considerados como los Espíritus del Agua, los cuales aparecen en lagunas, ríos, quebradas y ojos de agua, a lo largo y ancho de la geografía andina.

Dicen que habitan esos espacios encantados, justo en las profundidades de las aguas, donde conservan sus tesoros de oro. Algunos parameros logran verlos pero de repente se hacen invisibles y traviesos. Ríen y cantan sin parar, ofrecen su musicalidad de violines, y hasta se alborotan en medio de la lluvia y se convierten en Cuidanderos del Páramo Andino, al igual que Los Mucujoes de Timotes. Los Momoyes no hablan, porque se comunican por señas y por lo "jalones" que producen. Y cuando esto sucede, muchos se desmayan y cuando vuelven en sí, están méndigos, es decir, "despojados del espíritu" y como idos de la realidad.

Las manifestaciones de la mitología indígena son muy buenas e impresionantes, los andinos convivimos con Los Momoyes pero que alguien logre atrapar alguno de esos seres, es imposible, porque eso marcaría el final de su historia milenaria y la magia de la mitología andina.

Por su naturaleza sobrenatural, es imposible tenerlos a nuestro alcance, simplemente aparecen y desaparecen y si creemos en nuestros Dioses Indígenas Arco y Arca, aprendemos a sentirlos y ofrecemos permanentes ofrendas para calmarlos y para garantizar que cuiden amigables nuestros páramos, sus aguas, sus humedales y el impresionante paisaje andino.

El Momoy en La Picadora, seguirá siendo un misterio extraordinario, con sus miles de historias que la tradición oral mantendrá, repletos de mágica belleza, y representando nuestro legado indígena. Y sino crees, pregunta en Boconó a Doña Lourdes Dubuc de Isea, o al profesor Ovidio Marín, o a nuestros campesinos andinos, quienes exclamarán convencidos: "Están disueltos en el aire. Viven de pie en el piso de las creencias más arraigadas y antiguas.

Son espíritus de las aguas de las lagunas que retratan cielos y soles, nubes y estrellas, mansos líquidos a los cuales protegen con labores contantes. Vienen de lejos, de muy lejos de los tiempos de los Cuicas y aún de antes, de la remota edad inmemorial de los ruidos. Tutelan los cultivos, los bosques, los animales que tienen libertad. De vez en cuando se aparecen a las miradas más puras, para mostrar la magia de su presencia en la cita confinada en la zona de la leyenda en donde se los figura pequeños, ágiles, con largas barbas, tocados con enormes sombreros; a pesar del tamaño tienen huellas gigantes en el curso de la cultura popular. A pesar de su talento bondadoso se tornan irascibles cuando el empeño humano busca llevarles la contraria dañando la paz de la naturaleza, perturbando los espejos de las aguas, dispersando el vuelo de las aves o atajando la carrera de los cuadrúpedos: reaccionan haciendo llover por demás, creando diluvios sobre puntos específicos que abultan los ríos para que salgan de su curso; logrando que las quebradas se vuelvan ebrias y avancen por fuera de sus cauces y que los zanjones revienten los canales que los contienen y echen por los lugares aledaños ampliando el dominio de la furia. Son los Momoyes, los espíritus tutelares del pueblo trujillano, que en veces asumen, en las manos de los artistas más limpios, las formas de la piedra o de la madera. Una leyenda que está en la plenitud de lo antiguo; raíz para comprender lo que suscita respeto por las señales de un ayer que no ha sido vencido de un todo y que sirve para afirmar el viento del pasado y entender la silueta de todos los porvenires. Los Momoyes se emplazan en la realidad de las circunstancias. Es una firme creencia en la cual se conmemoran y encuentran con los ancestros Cuicas, con el firme respeto a lo que es herencia".

Fuente: Un Momoy en La Picadora, JESÚS MARÍA "CHUMA" ESPINOZA MARÍN, Diario El Tiempo.